Bellett, J.G. – El Nacimiento de Jesucristo

El Nacimiento de Jesús.
Por J. G. Bellett.
Christian Friend vol. 14, 1887, p. 216.

Vea conmigo a Lucas 2:14; este excelente y bonita escritura que tiene demasiado: Luc 2:14 ¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!» En creación, Dios demostró su propia gloria — para la bendición de toda la tierra — para su peculiar gozo y satisfacción en el hombre. Ahora cada uno de estos propósitos es otra vez visitado en la nueva creación, la cual se quedó en el Niño en Belén — atestado más abundantemente y con más bendición que la vieja creación. El «eterno poder y Deidad» de Dios fueron vistos en las obras de antes, fue glorificado en ellos, y como buscó que sea, como en Génesis 1. Pero todo su gloria es vista en la cara de Jesucristo. Nada que puede glorificarle como la revelación de Sí mismo aquí. Esta demostración de Dios en la creación fue necesariamente parcial, pero en el misterio de Jesús, el Niño de Belén, fue perfecto y completo.

[Esto fue escrito como impreso, pero el lector debe tomar en cuenta que la gloria de Dios realmente no fue demostrado en la cara de Jesucristo hasta su ascensión, ni tampoco tomó el lugar del segundo hombre hasta Su resurrección-Editor]



Entonces la bendición de la tierra en la creación. Las criaturas de la mano de Dios disfrutaron en ellos mismos las buenas cosas que Dios proveyó por ellas (Gén. 2). Pero fue una bendición que se puede perder, una paz que se puede romperse; pero ahora la bendición y paz, y la vida la cual Jesús imparte, son infalibles y para siempre. El lobo y el cordero en el huerto de Edén pueden oponerse, pero el lobo y el cordero del reino de Cristo comerán juntos. Entonces el placer divino en hombre en la creación fue una grande bendición; el Señor Dios se deleitó sobre su último, y principal magna-obra, aquel imagen y similitud de Sí mismo. Pero todo esto placer fue cambiado; Dios había arrepentido de que había hecho el hombre en la tierra (Gén 6:6). Pero el hombre se recuperó y en el Niño en Belén el hombre llega a ser el placer de Dios sin posibilidad de que se arrepiente, y no hubo posibilidad en más placer en ningún otro objeto de todo Su creación.


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Además, en esta Escritura, los ovejeros son llenos de miedo en la presencia de esta gloria, pero el ángel les dice, «No temáis.» Una multitud de los huestes celestiales aparecieron en la vista de los pastores, pero no tienen miedo, sino se fueron a la ciudad con gozo, se repiten el mensaje, y regresan con alabanza. Así en el libro de Apocalipsis, Juan tiene miedo, pero la voz de Cristo le restaura, y entonces por una serie de temerosas y horrendas visiones llega a nunca tener miedo de nuevo (Apoc 1:17-18). Esto es de mucho gozo, mucho gozo para nosotros, porque sabemos que en la presencia de la gloria de Dios no hay necesidad de causarnos miedo. Por naturaleza, tenemos miedo, pero el alma se cobra fuerza por la voz que nos habla desde el cielo; y entonces somos enseñados que gozo y alabanza, y no miedo, son apropiados en la gloria de Dios, y en la compañía de los huestes celestiales, aun que ellos pueden acabar con nosotros en un instante, y hacernos caer en miedo por su gloria como los pastores en esta noche en Belén.

J. G. B.




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Publicado por

David Cox

Soy Pastor y Misionero en DF Mexico.

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