«No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo» (1 Juan 2.15)
Entre todas las diversiones del mundo, la radio y la televisión son grandes perversidades. Ellas hacen dormir a la gente, tanto moralmente como espiritualmente. Su fuerza maliciosa y siniestra ha entrado en la sala de hogares innumerables. Repugnantes escenas inmorales y de crimen han ganado la entrada en el santuario del hogar. Este peligro es aun más dañino que muchos otros males que nos rodean porque ya se encuentra dentro del hogar con la aprobación de los padres.
La mayoría de los padres ni aun piensan en llevar a sus hijos a los clubes, teatros u otros lugares indecentes ni a lugares de diversiones moralmente depravados. Sin embargo, estas mismas cosas se oyen y se exhiben delante de todos en la sala del hogar. ¡Satanás ha logrado una victoria tremenda! ¿En dónde se ha visto algo parecido para corromper tan completamente a la juventud en tantos países? Es una verdad bien establecida que lo que entra por los ojos hace una impresión profunda.
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